somos un medio alternativo, colectivo y abierto para la difusión de literatura y arte independiente | nuestro objetivo es ofrecer un espacio siempre en expansión en el que escritores y artistas puedan mostrar, compartir y difundir sus obras | para participar, contactate y mostrános tu trabajo a escriturasindie@hotmail.com |

·

7 comentarios
de cuando me canso de callar

y entonces caigo

de cuando me canso del miedo

y entonces

caigo

quiero querer volver a esa Otra

que me habitó alguna vez

en algún momento

en alguna parte de mí

quiero querer encontrar

algo que aplaque

los efectos de mis caídas

·

Último poema para esta época

4 comentarios
Quisiera ordenar
todas las palabras
de mundo, futuro, sarcasmo;
de tumbas, flagelo, corrupción;
de mi suavidad, de tu suavidad,
y de ambas
deslizadas en las ruinas.
Quisiera ordenar
mas las palabras me aplacan.
¿En qué momento me vuelvo
doncella
deslumbrada
despertada
desvelada?
¿Con cuál sentido
si es mera mentira
o media verdad
destrozada en mi escritura?
¿O será el punto nirvana
tras las puertas que me abriste?
Silencio. Pronto silencio.
Desposeída de secretos ya.
A otro vagar
y buscar
y completar mi lengua,
como una mujer
inconcebible de un límite
para abrir los ojos
(¿será cierto?)
o quizás aún
como la pequeña
de pies enredados
que no desea perturbar
el sueño de un ángel.


A Cristian, quien llenó mis poros de túbulos para aspirar poesía.

Juan Pablo Lagarejo: Hora de cambios

0 comentarios
Porque no me quiero
morir así de viejo:
tirado en un asilo,
perdido en mi memoria
andando sin la rosa
que antes marcó los vientos,
con la nostalgia a cuestas
de alguna juventud;

porque tampoco quiero
arrugas en la frente
ni sobrinos ni nietos
ni flores ni coronas
ni volverme una pilade ladrillos y portland
donde exhiban mi foto
mi placa mi recuerdo
y me tiren con flores
cuando empiece noviembre
y algún que otro domingo
perdido por las siestas;

y andar deseando cosas
que mi cuerpo archiviejo
ya no pueda soñar...

por todas esas cosas
y algunas que se escapan,
decido juntar todo
tirar al diablo el nombre
quemar el apellido,
las letras que me forman
mis números legales
mi ancianitud mi casa


y salir a la vida
con un sueño en los dientes
con la brújula roja
latidora y rabiosa

y comerme los días
con noches y con tardes
con mañanas y siestas

y beberme las nubes
hasta empachar de lluvia

y beberme
la vida
hasta embriagar


de vida.
..........................................................................
Sobre el autor:
Juan Pablo Lagarejo nos susurra sus poemas, y el viento los trae desde Santa Rosa, La Pampa, tiene 29 años y es miembro de la A.P.E (Asociación Pampeana de Escritores), donde está al frente, junto a otros jovenes, de un taller de susurradores para niños y adolescentes.
El año pasado participó en una antología que reunía los ganadores del certamen literario organizado por el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación) junto a una cooperativa de la provincia.
Todavía no tiene libros publicados pero está trabajando para eso, si quieren leer más de este autor o contactarlo pueden hacerlo en: http://www.juanplagarejo.blogspot.com/
En Escrituras Indie tenemos el agrado de presentarles a este escritor, en los próximos posteos seguiremos publicando sus poemas. ¡Qué lo disfruten!

2 comentarios







a veces

el amor

es eso









agarrar

a tu mujer

y hacer

como si

la tiraras

al fuego





AUSENCIAS PRESENTES

2 comentarios
Nos faltan en nuestros brazos que los quieren abrazar, nos faltan sus manos para apretarlas con las nuestras, sus risas para reirnos con ellos, sus lágrimas... nos faltan sus lágrimas y por eso nosotros los tenemos que llorar.

Nos faltan sus gritos para gritar más fuerte, nos faltan las historias que nos querian contar, nos faltan los pedazos de nuestras almas que ellos tenían, nos faltan en el barrio, nos faltan en la casa, nos faltan en el club, nos faltan en la escuela, nos faltan en el trabajo.

Nos faltan en el día y en la noche, nos faltan sus pasos en la calle, nos faltan como falta lo que nos hace falta, nos faltan desde hace tiempo, nos faltan hoy más que nunca, y siempre nos van a faltar.

Son luces apagadas que brillan igual, son el silencio que escuchamos cuando ellos tendrían que hablar, son ausencias que siempre estarán presentes... sus miradas hacia un lado que nunca cerrarán los ojos.

·

2 comentarios

el viento llora por mí

la tierra llora por vos

y el agua es testigo de mi tristeza

vértigo

digo vértigo

a la noche

alumbrando lo que no nace

a la sombra

habitando lo que no deslumbra

vértigo por la voz[s]

que renace

de las cenizas

·

1 comentarios
Leopoldo Anso
"El dominio"
(leo_66682@hotmail.com)



La gran mentira

1 comentarios



Rafael Sorrentino es profesor de literatura pero se adapta a las necesidades de su vida cotidiana y de su profesión; de vez en cuando da clases en la facultad de filosofía y letras, pero otras tantas tiene que conformarse con guitarrear en unos barsuchos humildes de la provincia de Buenos Aires para pode vivir; sobre todo para pagar las expensas de su departamento y poder comer algo de vez en cuando. Rafael esta expuesto a una vida a la deriva que lo lleva al más duro y desastroso espejo de si mismo.
Camina por la calle pensando en que tiene que enseñar la figura del autor revolucionario en la facultad y piensa: ¿Qué revolución? ¿Qué es esta Argentina revolucionaria? ¿Me interesa esto? Si bien le interesa, no tiene la cabeza en sus más extremos cabales en este momento. Además piensa en lo aburrido que debe ser escucharlo y en lo chistoso que es su apellido. Piensa que la mayoría de los alumnos deber de burlarse de él en algún que otro pasillo.
Esta llegando temprano y decide tomarse una ginebra doble en el bar que esta en frente de la facultad. Sorrentino se dedica mucho a la bebida blanca y al vino tinto cuando no quiere pensar en nada y en nadie. No hacia ni un año que salía de una relación amorosa de dos años y medios con Claudia. Ella había descubierto que él tenía una extrema desviación en el deseo que lo llevaba a tranzar con jóvenes pueriles; en su mayoría alumnos. A él le gustaban, le gustaban los chiquitos castaños con labios de color rosado, le gustaba besarlos y hacerles el amor hasta sentir realizado el morbo más extremo que puede sentir un hombre que gusta de otro hombre menor a él. Detrás de esto había una cuestión edípica que ya había tratado en terapia mucho tiempo. En el fondo Sorrentino buscaba reconocerse como padre de estas criaturas a través de lo más inviolable: el SEXO. Es un tópico que, si bien lo había tratado mucho en la terapia, lo perturbaba por Claudia porque no hubiera querido que ella se enterase; pero se entero. Fue un gran error brindarle las llaves del departamento después de casi tres años; porque así fue como ella lo encontró amando a Ángel.
Cuando conoció a Ángel estaba seguro que lo atraparía en esa etapa de confusión y desviación de todo joven con las ganas de conocer y experimentar el cuerpo. Lo atrapo en un taller literario que daba en el barrio de Belgrano bajo un invierno sombrío de junio. Estaban todos debatiendo sobre cuál es el género literario por excelencia y Ángel contesto que el género más elocuente es la Novela; porque puede contener en sí a todos los demás géneros. Sorrentino empezó a sentir una gran atracción por Ángel en esas noches de tertulia y hasta se acerco para pedirle una entrevista personal. Se pasaron los mails y acordaron un primer encuentro privado en algún bar del barrio de Flores, dónde seguro, bajo la excusa de corregir textos curiosos, los dos se emborracharon con una gran botella de vino tinto. Los encuentros siguieron pero empezaron a tener lugar en el departamento de Sorrentino. La primera vez ya hubo más confianza, y cuando Ángel estaba por irse, Sorrentino pudo ultrajarle la cara para besarlo; besar eso labios finísimos que tenía en el medio de ese rostro cicatrizado por una afeitada apurada. Así fue el primer contacto, que después paso a mayores con más vinos y otras especies. . .
Claudia se entero de todo cuando entro una noche y los vio desnudos sobre la mesada de la cocina. Ahí se acabo todo; él la quería y estaba muy agradecido por su compañía durante esos dos años, pero Ángel le había dado vuelta los anillos de la orbita de saturno; él estaba seguro de que había elegido el destino de su deseo en ese momento de su vida.
Ángel pasó a ser Angelito y a vivir en el departamento de Sorrentino más que en su propia casa; además había iniciado la carrera de letras. Parecía que todo estaba acomodado. Aunque Sorrentino la extrañaba en silencio. Y bebía, bebía cada vez más a la par de Angelito cuando él no tenía que estudiar. . . pero siempre en silencio, sin hacerle notar que tenía la necesidad de abrazar a Claudia y de besarla masculinamente.
Ese día Sorrentino dio su teórico en la facultad con Angelito sentado en la primer fila, el alumno predilecto de la literatura argentina, el que se preguntaba sí Cortazar o Walsh, sí la buena literatura aburguesada de fantasía europea o una literatura que arrojara la máquina de escribir y agarrara el fusil para hacer tambalear a los verdugos de la historia argentina. Ese era el alumno de Sorrentino; en cambio el amante se preguntaba: ¿Sade o una buena novela romántica.-naturalista del siglo XIX? Mientras sostenía una copa de vino tinto ultrajado de dudas e incorrecciones, y desnudo en la cama revuelta de ambigüedades amorosas. Sorrentino no le contesto, pero ya había decidido. Esperaría a que Angelito rindiera el examen final de la materia para decirle que todo había acabado, que ya había decidido volver con Claudia, a buscarla nuevamente para cotejarla o al menos a ahogar su recuerdo sobre ella en una copa de vino sin compañía, en soledad.
El día del examen final, Ángel saco su bolilla correspondiente y estuvo toda la tarde en capilla preparando su exposición para aprobar; y lo hizo sin la influencia de Sorrentino, quien estaba en la mesa de examen correspondiente. El profesor Rafael Sorrentino no intervino porque sus colegas tenían una leve sospecha sobre la debilidad que él sentía por aquél alumno. Eso era algo que se estaba tornando insostenible; mejor acabar todo ese día antes de que todos descubrieran la relación.
Cuando le extiende la libreta a Ángel con su más alta calificación lo felicita y le dice:

-Ángel, la literatura es una gran mentira. No vuelvas a casa esta noche.

Ángel no volvió más y Rafael Sorrentino busco a Claudia hasta que dio con ella a través de un número telefónico que logro sacarle a un familiar lejano, que alguna vez había conocido, a la fuerza. Ella estaba en el extranjero y fingió no conocerle la voz de él cuando la llamo.
Entonces siguió ahogando el vaso de vino en su departamento de índole humilde o en bares de dónde la ginebra tenía un bajo costo para su bolsillo, también enseñando literatura argentina en la academia de vez en cuando, y otras en los suburbios. Mientras que Angelito seguiría cursando la gran mentira de la vida hasta el final, sin volver a cruzarse para conocerse, ni darse un beso, ni preguntarse sobre extremos literarios.

1 comentarios
Ella iba por marte
y dobló la esquina apurada
porque no tenía los tacos puestos
y no le importaba.
Pasó frente a un borracho
viejo
andrajoso
que le preguntó
¿a dónde vas, che?
si esta noche
el sol no va a salir para vos.
Ella rió,
lo tomó de la mano con la que pide limosna
y se lo llevó a su habitación.
Es que hacía mucho tiempo que ella no reía.


Pero no,
nunca pasó nada de esto.
No hay esquinas en marte.
Ella siempre va de tacos
apurada
y nunca lo mira.
Y siempre va de gafas oscuras
cuando sale de noche.
Es verdad que llora seguido
pero se ríe mucho también,
aunque sea por compromiso.
No, nunca paso nada de esto.
El sol nunca sale de noche
nunca.
Y él pide limosna con la otra mano.

Saber

1 comentarios
Lo sé y lo sabés y lo sabemos.
Sólo nos miramos y pretendemos no hacerlo.
Intermitentemente, nuestras miradas se desvían.
Yo para allá y vos para acá.
Casi nunca se cruzan, pero los dos sabemos.

Jugamos a ser victorianos y cuando nos miran, nos rozamos disimuladamente, sonreímos y la gente se incomoda con nuestra contención.
Porque saben que está por explotar, porque saben que nos aguantamos, porque saben que en realidad estamos pensando lo que estamos pensando... porque todos lo piensan.

Hoy te voy a lastimar.
Espero lo mismo de vos.

Sección mini-proust: hoy, Juan Xiet

0 comentarios
Autosemblanza:

Juan Xiet, escritor y músico, co-fundador del medio de comunicación artístico e independiente www.poesiaurbana.com, miembro de la F.L.I.A, publicó 4 libros
Vestigios de porcelana (alados)
Metástasis (Milena Caserola)
Ataque de pánico (Nulú bonsai)
Crematorio (Nulú Bonsai)
Actualmente está convocando a un proyecto musical/poético/teatral, el cual viene planeando hace años luz. Nació el 23 de julio de 1981 en Capital Federal. Ama el ajedrez y a las hormigas.

[contacto y asuntos de ese tipo: http://juanxiet2.blogspot.com ]




El mini-proust propiamente dicho:




¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
Soy la suma de mis defectos y virtudes. no puedo hacer más que aceptarlos, entenderlos y evolucionarlos.

¿Cuál es el defecto que deplora más en otros?
Egocentrismo, intolerancia, prepotencia y avaricia.

¿Cuál es habitualmente su estado mental?
Demencia controlada, espasmos cinematográficos y narraciones poéticas.

¿Cómo le gustaría morir?
Envenenado a los 84 años.

Si después de muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted regresaría?
Una hormiga, el ser más didáctico de todos.


¿Cuál es su mayor extravagancia?
Mi época de coctails de brebajes humanos.

¿En qué ocasiones miente?
Cuando explico cosas que no entiendo.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
El vecino del 4º piso. Jamás saluda, jamás sonrie.

¿A qué persona viva admira?
5º piso. Buen hombre, deja a diario una bolsa con comida en la baranda de mi edificio, que desaparece a la brevedad, seguro botín de humanoides desamparados.

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
Escribir para vivir. Cantar para vivir. Vivir.

¿Cuál es su mayor miedo?.
Virus y bacterias. Ceguera. Morir haciendo caca.


¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente?
La masividad por obra de la vanalidad y la ignorancia.

¿Qué talento desearía tener?
Saber cantar.

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
Ahora. Hoy. Ya. En este momento.

¿Cuál es su posesión más atesorada?
El tobogán por donde bajan las palabras a mis manos.

¿Cuál es para usted la manifestación más clara de la miseria?
Un niño de 6 años vomitando tierra. Todo lo relacionado a la pobreza de mi barrio, de mi ciudad y de mi mundo.

¿Cuál es su pasatiempo favorito?
Ajedrez. Dibujar. Cocinar chipá. Ver autopsias y suicidios en video.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?
Sensibilidad hacia la música y las letras.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?
Sensibilidad hacia la música y las letras.

¿Cuál es su héroe de ficción favorito?
Arturo Bandini.

¿Qué escritores prefiere?
John Fante, César moro, Mrosa di Giorgio, Amelia Rosselli, Charles Bukowski, César Vallejo, Antonin Artaud, Arthur Rimbaud.

La groupie

5 comentarios
“Los demás integrantes de la cadena se denominan consumidores. Aquél que se alimenta del productor, será el consumidor primario, el que se alimenta de este último será el consumidor secundario y así sucesivamente. Son consumidores primarios, los herbívoros. Son consumidores secundarios, terciarios, etc. los carnívoros”. *

La música fluye entre las piernas de los espectadores, el sonido del contrabajo golpea el piso y el techo, rebota en unos zapatos rojos, y de ahí a ella. Pero no a ella toda, sino a su entre pierna, lo siente. “Sabe como sabe un orgasmo”, la mujer lo dice para sí.
El Contrabajista se menea en el vaivén de la pieza de jazz, pone caras y acerca su rostro con tibieza al cuerpo de su instrumento. Las cuerdas le vibran en la mejilla. Siente poder, amor, vibra. Las luces le apuntan directo.
La imagen desde la platea es perfecta o ella la imagina como tal:
el contrabajista apoya la cabeza sobre el vientre de una mujer, desliza sus manos entre los pliegues de las piernas y la vagina. Sube de apoco, entre tanto el corazón late con fuerza. Late, late. El músico cambia las facciones del rostro abre su boca al cielo, invoca a una musa que no llega o que no ve, porque está entre el público.
Desde su asiento, la groupie fantasea con las manos de aquel hombre, el talento siempre le resulto sensual. Muy sensual. Quisiera chuparle los dedos y sacudir su cuerpo de un lado al otro del escenario.
Termina la noche y del concierto sólo le queda un recuerdo inconcluso porque falta el tacto, lo de siempre, llegar al otro, llegar al otro.
Un escritor, uno talentoso, juega a seducirla, ella lo sabe, intenta simular falta de interés pero no puede, los cachetes la delatan. Lleva baba de mujer que admira a un Dios de vereda, que no es otra cosa que un loquito como ella. Pero no le importa. Chupa el talento de los hombres, ve sus debilidades y los deja cuando se cansa de hurgar en sus temores y obsesiones.
Obsesiones, la groupie es una NENA OBSESIVA CORRIENDO UN CONEJO, CORRE CONEJO, ATRAPA CONEJO, BESA CONEJO, CORTA CABEZA A CONEJO. Pero conejo es veloz, conejo atrapa a nena, conejo muerde fuerte,conejo hábil, conejo-libre, ¡conejo de mierda!
“Podes caer en una trampa sin salida” la groupie se habla en tercera persona, todavía no se reconoce.
Músico, pintor, escritor, artistas diversos. Hace el amor con cuadros de colores, con Rimboudes argentos, con pequeños Dylansitos que nacieron a destiempo, cuando ya era tarde para pretender ser un dios del folck, del rock, del arte. (No somos novedad, nene, nos repetimos y nos mordemos el culito sobre el lienzo-papel-word).
A final del pasillo hay una estrella, alguien la agotó en el cielo, alguien la echó. La groupie la toma con sus manos, y al hacerlo, entre las palmas le queda un vacío que hay que llenar. Sale a la calle, en la fuente de una plaza cualquiera, se mira a los ojos en el reflejo y que ve:
una pantera gigante que atrapa conejos- corre conejos y una estrella le sale del pecho, eso es talento. Porque muerde la manzana, que es más dolor que satisfacción, muerde a los pu-ti-txs que saben a caca, pero que ama como se ama a si misma cuando pinta sus cuadros, o cuando toca el piano y ella es un conejo y otrxs la persiguen.

“Existe un último nivel en la cadena alimentaría que corresponde a los descomponedores. Éstos actúan sobre los organismos muertos, degradan la materia orgánica y la transforman nuevamente en materia inorgánica devolviéndola al suelo (nitratos, nitritos, agua) y a la atmósfera (dióxido de carbono).”**

* y **(Cadena trófica, Fuente: http://es.wikipedia.org)

FRAGMENTOS JAMAS SELECCIONADOS DE UN CUADERNO AZUL

3 comentarios
I

Me subió la doble gota
de su pastillita psiquiatrica,
del caleidoscopio de la locura.

Galopaba sobre un jinete la locura
y me dijo:
-más lenta que el tiempo
se nos hizo la ignorancia del ser-

y entonces el tiempo tomó cada vez más velocidad.


II

Voy del libro
al sorbo del vaso de vino,
con los ojos en blanco y
el semáforo en tinto...
Soy corazón rosado de alcohol.
Quiero expandirme a los besos.
Ella me quiere sobrio... y no puede.


III

¿Qué te pasó?
¿Qué te pasaba por la cabeza cuando nos ibamos elevando en ese ascensor inerte un piso antes de tu piso, hacia las nubes de los sentimientos como burbujas de champagne?


IV

No habrá domingo más soleado
como aquel en el que abra las nubes
con el mismo pequeño esfuezo
con el que abro mis persianas.


V

Besarse así es extraño...
Besarse así es sentirse ebrio
y al mismo tiempo
sentirse copa.

UN POEMA DE AMOR

1 comentarios
Un poema del sol se lleva el ocaso.
Un poema del viento me trajo la brisa.
Un poema de amor, entre la luna y el mar
refulge pálido, en el brillo de tu sonrisa.

Anécdota poética de una belleza corrompida por un recuerdo.

2 comentarios



Mientras Camilo Puerta caminaba por un puente que cruza el río Sena piensa en que una vez entro a una cerrajería de Buenos Aires, cuando estuvo viviendo allí un tiempito, que devino en un par de meses. Ahora caminaba y caminaba por la ilustre ciudad de la poesía, del Surrealismo que ahora descanza en los claustros más dignos de las academias prestigiosas. Se acuerda de André Bretón y de un sueño diurno medio peligroso que él mismo tuvo la otra noche; también de un tal Samuel Rosenstock, quién uso la máscara fundadora del Dadá y sacó el primer poema recortado del sombrero más célebre de la ciudad Parisina; pero Camilo vuelva a la cerrajería.
Y nosotros volvemos con él, a un Buenos Aires ornamental de finales de los años setenta.
La ciudad siempre fue bella y expléndida pero más comenzó a serlo desde que alguien dijo que era la capital más europea de América latina. Algo conflictiva en esa época; el germen político, económico y social del aborrecido Capitalismo ya había tenido su lugar en la República Argentina y está arrasando con la ciudad portuaria debajo ese adorno color verde falcón que se viene complotando de modo clandestino. Camilo vive en un edificio muy alto a dos cuadras de Calzada circular y la Av. Santa Fe, que luego de la Av. Del Libertador se convierte en Av. Cabildo. Ahí vive Camilo, la parte más europeizada, la parte del ilustre Juan Manuel y del jardín de Manuelita, lleno de animales exótico de todas parte del mundo y de muchas ¨tortuguitas¨. Él camina por la calle una tarde que vuelve del periódico y curiosamente resbala de sus manos la llave de su casa. No puede entrar porque el portero esta desaparecido del edificio hace unos días y nadie sabe nada de ese. Es mejor acudir a la cerrajería de barrio urgentísimo, antes de que cierre.
Al entrar al ¨Imperio de las Llaves cerradas¨ Camilo pide rápidamente una consulta a domicilio para que abran su departamento y aclara que es urgente.
-No hace falta, porque las cerraduras de aquél edificio son copia estándar y siempre hay una disponible.- le dice el señor de las Llaves.
Camilo espera y observa un gran panel de madera colgado en el techo con picaportes antiguos, clásicos con adornos pomposos; algunos de color negro como para puertitas más pobre, otros de color bronce brillante e imponente. Algunos le hacen acordar a otros tiempos, a otras historias que quedaron cerradas en esa ciudad de Buenos Aires tan interesante. Él había venido de París a conocer los secretos más hundidos. Se acuerda de una novela por entregas del siglo XIX, en la que contaban que había una casa que alojaba unitarios y que Camilo imaginaba con esos picaportes tan fuetes, tan bien blindados en bronce; bellos pero protectores al mismo tiempo. Así era lo que pensaba. Una luz sale del herraje para meterse en el bolsillo de su sobretodo europeo. Ahí se queda y Camilo no sabe con exactitud que es, pero entiende que algo fantástico ocurrió. Paga las llaves y sale rápido del negocio, mete la mano del bolsillo y siente un calorcito dorado. Ya era de noche y del bolsillo saco un poema que decía:

Lo hermoso como lo más cercano a la praxis vital de una cotidianeidad obtusa.

El sentido de amar a la pasión me convierte en un sujeto vuelto sobre mí mismo.

Mismidad del amor, por la falta de un ausente.

La noche esta soleada de un calor lujurioso en mi vigilia nostálgica.

Las primeras y mejores experiencias con la poesía surgen;

Y surgen,

Más que surgen cuando creía en la ausencia.

Vuelvo a intentar caminar bajo un trópico repetido de pasado.

Tras su manto de abrazos que no envuelven la calidez más sólida.

Besos soldados con el óxido del tiempo eterno que se repite.

El único reloj que no0s agrieta es el biológico, una diferencia cronológica.

Veo un cuerpo gastado.

Los míos son relojes que solo se derriten en una ficción de colores que se le ocurrió a un pintor famoso de no hace muchos años.

¿Van gogh o Picasso?

Ya no me acuerdo.

Camilo lee. Era un poema total fragmentado en papelitos que va sacando del bolsillo como si fueran serpentinas que quedan en ese abrigo que solo usamos en una fiesta con carnaval carioca. Lee uno, lo tira para sacar el otro y así hasta que no hay más. No era la primera vez que a Camilo le pasaba esto, al contrario en París era muy común que esas situaciones ocurriesen, pero en Buenos Aires ? Es la primera vez que le pasaba en esa ciudad. Llega, abre la puerta del edificio y sube al ascensor. Cuando abra la puerta de su casa, ya no hay nadie; los que estaban se fueron o alguien se los llevo porque la cerradura estaba media forzada.

Camilo entiende rápidamente que tiene que volver a la ciudad del amor y de la poesía porque allí si hay lugar para la mezcla entre la fantasía y la realidad comprometida. Era inútil que se quedara porque si a ellos ya los vinieron a buscar mientras él no estaba, pronto volverán por él y quién sabe . . . Junta unas chucherías y vuela al aeropuerto inmediatamente en un taxi; y mientras cruzan nueve de Julio y Corrientes en taxista le dice:

- Huy, ahora que usted se va Sr., no sabe lo que se pierde. Se viene el proceso; y ese día es digno de ver para un argentino de bien como yo; pero más sería para usted como extranjero. Una buena experiencia para contar.

Camilo no contesta porque esta medio confuso y nervioso.

Ahora en París, sobre ese puente, está entendiendo que alguna vez podrá volver a esa pobre ciudad maltratada por el odio de las fuerzas que no entendieron lo que es la belleza del intelectual comprometido, del artista amante del amor. Camilo está mirando el Sena correr con fuerza desde el puente; otoño y hay mucho viento. Mete la mano en el bolsillo y saca otro poema luminoso.

Del Puer senilis y la Deriva

5 comentarios
Mi placer puede tomar
muy bien la forma
de una deriva […].
Sin embargo,
si se la alcanzara,
decir la deriva
sería hoy un discurso suicida.

Roland Barthes

I
ni turista
ni naturalizado

reside
donde está

bajo el signo
de cierta
lentitud
y pereza
su status
y forma
de estadía
vuelven
sin cesar
al igual
que la percepción
de su terminar


II

sumergido
en lo heteróclito

esquizoide
desde lejos

viste su aura
de cierta magia
poética

rompe cual ola
con la sociedad
el sentimiento
y la humanidad


III

su ser
paradójico
pesadilla
de la Ciencia
y la Academia
es joven
y anciano
a la vez que
en realidad
es joven

de imposible
naturaleza
su lecho flota
pues está
a la deriva

allí radica
su única
voluptuosidad


IV
se dice
que su palabra
es próxima
a la de la Pulsión
La Agazapada
en Lo Profundo


V

des-heredado
su gusto
contempla
la inutilidad
de la hierva
que crece
entre ladrillos
la inutilidad
del poema
que des-ordenado
ni progresa


VI

dice
la nada
en su camino
a ningún lado



puro significante

se desliza
metonímico

Algunas notas sueltas en tono epistolar para G., el escriptoricida

28 comentarios
Ciertamente, no es una buena época para los poetas.


Demasiado mullidos estos días. Un ambiente somnífero trazado con minuciosidad, cinismo y una buena dosis de indiferencia. Una jaula bien disimulada. Amamos esta jaula, sus barrotes de caramelo envenenado. Que esté bien decorada, que sea cómoda para las visitas, que no se noten las manchas de humedad. Amamos nuestra jaula; calentita en invierno, fresca en verano.


Hoy es tan fácil hacer poesía que no hacen falta las preguntas: cada uno tiene su paquete de respuestas adecuadamente homologadas para ofrecer. Para qué PENSAR si alcanza con “sentir”. Pobre Pascal: sus verdades del corazón reducidas a un destilado insulso preparado con una buena cantidad de argumentos de telenovela mejicana, una dosis generosa de analfabetismo político y unas gotitas suaves de rebeldía posmoderna.



Mi hermano dijo: cuando se trata de música, el sentimiento dejalo para la cancha, y es la mejor y más lúcida definición estético-política que escuché en mucho tiempo. No me extraña que semejante definición en estos tiempos me haya llegado de un no-poeta. Si la pensamos dos segundos, es todo un manifiesto, un programa de acción, una ética y un riesgoso desafío.


Hay que leer un poco a Gombrowicz: “Sólo frente al enemigo podemos verificar plenamente nuestra razón de ser y sólo él nos procura la clave de nuestros puntos débiles y nos pone el sello de la universalidad. ¿Por qué, entonces, los poetas huyen ante el choque salvador? Ah, porque carecen de medios, de actitud, de estilo para afrontarlo. ¿Y por qué les faltan estos medios? Ah, porque eluden el choque”. Es este choque lo que los haría PENSAR.


Pero ante todo, los poetas no quieren problemas, prefieren decir que todo es poesía antes que reflexionar aunque sea durante medio segundo en la cuestión de qué es la poesía. Ante todo, los poetas detestan la invisibilidad, pero prefieren no ser molestados; les gusta hacerse pasar por incomprendidos, no creen que les venga mal un poco de opresión, pero en su justa medida, nada que les llegue a correr el maquillaje: no vaya a ser que alguien más llegue a creer que son peligrosos; alcanza con que ellos lo crean, que es la mejor manera de neutralizarlos y dejarlos contentos, moviendo la cola, esperando un bastonazo como quien espera las sobras del banquete. Ante todo, los poetas no quieren PENSAR, porque pensar duele, pero no duele en el lugar que nos deja los ojos cerrados (que es el que se suele elegir para dar uno que otro verso), sino en el otro, el que nos hace arrancarnos los párpados.


Ahora pienso en los perros. Tendríamos que ser un poco perros, ¿no te parece? Tendríamos que morder aunque sea un poco esa mano que creemos que nos da de comer. También podríamos creer otra vez en la jauría, y en la calle tomar agua del cordón de la vereda, romper algunas bolsas de basura buscando cualquier hueso pelado para masticar. Sería lindo, aunque más no sea imaginarlo.


No es hora todavía del escriptoricidio, G. Serán pocos, pero por el momento es lo que hay: las imperceptibles grietas en el silencio sucio. Hay que trabajar como trabaja el agua a la piedra, no queda otra. Silencio, exilio y astucia, dijo Joyce. Todavía vale. ¿Hace falta nombrar la paciencia? Solamente parece que nadie escucha. Contra el pálido silencio sucio de ellos, el nuestro: transparente y lleno de aguijones, lento, múltiple. Por todos lados hay oídos preparados para corroer la mordaza. Paciencia, G., paciencia.


Pero sí. Hay que preguntarse para qué. Lo nuestro no tiene que resignarse a ser un mero automatismo, un acto reflejo para sobrevivir. Pero la respuesta, creo, no es otra cosa que el trabajo a la intemperie. O en todo caso, es ese trabajo el único que nos puede dar una respuesta, aunque rotosa, aunque insuficiente. Escribir es un goce y una condena. Pero no hay que transigir, es el único lujo que no nos está permitido. Claro que nadie quiere ser póstumo, pero escribir cosas que ni uno mismo esté preparado para leer es la única manera de ser actual, de entrar en nuestro tiempo y hacerlo temblar. Mientras algunos siguen vistiendo máscaras para salir a asustar, no sería malo que tratemos de ofrecer algún fragmento de un rostro desnudo; mostrar que la poesía también puede PENSAR, y que cuanto más, más llena va a estar de huesos y sangre y carne y piel, más preparada para repercutir y vaciarse y dejar ese hueco que refugie la música que tanto necesitamos.


Ciertamente, no es una mala época para los poetas.

memoria

3 comentarios
Desde lejos las luces
y el engaño que nos produce
la oscuridad.
La arena.
La noche.

La canción
en busca de la eternidad
y una cuenta regresiva
que amenaza.

Faltan dias.
Faltan horas.
Faltan tiempos.
Aqui en la playa,
cantando "Gang-Bang",
tan cerca de las estrellas,
puedo sentir
que las palabras pueden
lo que los numeros no...


Lo que el olvido asusta.

(Sentados en algun lugar entre Mar del Tuyu y San Bernardo)

“Ella”

4 comentarios


(Mi ánimo viaja en subte y va cómodo entre las melodías de blues de artistas callejeros. Si fuera menos terrenal, flotaría y no pagaría boletos, mi cartera no se llenaría de cartoncitos que dificultan cualquier búsqueda. Soy mujer y me vació sobre la cama, dejo la cartera a un lado, por fin lo encuentro; el teléfono que nunca sonó pero no importa, eso no es lo importante. Seria mejor pasar a otro tema, hace tiempo busco una historia coherente pero después de buscar en google: “maneras de suicidios rápidas” y ¡¡encontrar respuestas!! Ya ni mi ánimo me cree. Entonces simplemente les voy a hablar de Ella)
La conocí el año pasado. Vivimos juntas una semana. Fueron unos días maravillosos. Entre sus compañeros de casa, yo era feliz, me adoraban… Desde el momento de mi llegada, todos se acercaron a regalarme un pedacito de sus historias como una ofrenda y quizá para que sus vidas no mueran con ellos. También hubo rechazo, es cierto, pero termino con una persona muerta, y no quisiera contar los detalles escabrosos.
A Ella le gustaba caminar y charlar hasta por la medias, tenía una voz muy dulce, escucharla era agradable. Caminaba lento porque no quería agitarse, eso dificultaría la conversación.
A las cinco de la tarde, tomabamos el té frente a la tele y ocasionalmente mirabamos a través del ventanal, un patio inmenso, al que casi no salíamos. Las tardes eran calidas a pesar del invierno, lo de afuera no importaba, todo lo recibíamos por teléfono. Y el noticiero, alimentaba nuestras discusiones sobre lo de fuera, eso que para entonces apenas recordabamos, lo digo en plural, porque si bien yo iba a la facultad, fui parte de la abstracción de su mundo.
La casa era muy antigua, tenia en medio un patio cubierto, era el pulmón-corazón del hogar, ahí les daban las inyecciones y medicamentos, había habitaciones alrededor, un living, dos baños, una cocinita y muchísimas ventanas de todos los colores y tamaños posibles. Eran vitrales emparchados con vidriecitos, década tras década, variaban las tonalidades de los azules y los verdes. La claridad del día en esas ventanas era una obra de arte y todas las mañanas, con un té en mano, yo estaba ahí para apreciarla.

Ella tenía una mejor amiga, una tanguera que en otros tiempos había sido alcohólica. Por esas cosas de la vida, el destino había puesto a una porteña milonguera y a una ama de casa del interior de Buenos Aires, bajo un mismo techo y eso, las hacia tremendamente felices, porque no faltaba tema de conversación, todo lo que decía una era sorprendente para la otra.
Me encantaba verlas de noche sentadas de espalda con la luz tenue del velador sobre sus faldas, mostrándose fotos o cartas de parientes. Se decían cosas al oído que nunca pude escuchar, luego de aquel acto íntimo, la Tanguera usaba sus manos arrugadas para limpiar las lágrimas de Ella, Ella era la más sensible de todas y de todos.

Un día les propuse sacarles fotos con una cámara AGFA del 60 (una antigüedad que había adquirido cerca del lugar), me parecían dos abuelas hermosas, las hice posar y eso las divertía, en una de las fotos que nunca salieron, las vi tomarse de la mano y sonreír, como si la otra fuera un barandal donde sostenerse entre la vejez, la vida y la muerte. De alguna manera era así, porque todos lo años sus familias olvidaban cumpleaños, día la madre, año nuevo, navidad y las dos sabían muy bien que las olvidarían pronto o que ya las habían olvidado, pero que si volvían a visitarlas era por otras razones.
En un día más me iría, esa noche lloré un poco al sentir el abrazo calido de Ella diciéndome: no te olvides de mí.
Me fui, la verdad es que no volví al geriátrico, ni siquiera cuando me entere que iba a cerrar, pero que podía hacer, ¿volver para despedirme otra vez?
Pero eso si, no la olvide, aunque con el paso del tiempo yo también voy a envejecer y habrá ciertas caras que no voy a recordar. Si hubiera salido alguna foto, en el futuro este relato tendría cara, quizá un nombre, alguna fecha, pero no, ni siquiera eso.





A Amelia y a Hilda, por el tango y los abrazos.

LLUVIA (RGT)

0 comentarios
LLUVIA, Raùl Gonzalez Tuñon.


Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa. De cualquier manera la lluvia es saludable y triste. De cualquier manera sus tambores acunan nuestras noches y la lectura tranquila corre a su lado por los canales del sueño. Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban: No habían despertado todavía al amor. No sabían nada de nosotros. De nuestro secreto. Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga. Estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección. Te quiero con toda la ternura de la lluvia. Te quiero con toda la furia de la lluvia. Te quiero con todos los violines de la lluvia. Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana, increíble, pero, tan real, numerosa, pero tan mía. Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño. Oh, visitante. Ya es seguro que ningún desvío nos separará. Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único. Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada. Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño. Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable. Oh, visitante. Estoy lleno de tu vida y de tu muerte. Estoy tocado de tu destino. Al extremo de que nada te pertenece sino yo. Al extremo de que nada me pertenece sino tú. Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta. La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Oh, íntima, recóndita alegría. Estoy tocado de tu destino. Oh, lluvia. Oh, generosa.




-Es un poema de Raùl Gonzalez Tuñon; no recuerdo con claridad a que poemario pertenece pq lo tengo en una antologìa que no especifica el dato pero me gusto y quise compartirlo con uds pq hace mucho que no colobaro con el posteo por un motivo personal y estilistico. Espero que uds sepan comprender y disfrutar lo que tenga para compartir, aunque no sea de mi propiedad.

Muchas gracias. Leandro Rossi.

·

1 comentarios
voy guardando entre mis vértebras
pedacitos de vos
intentando en silencio
que no te borres
de este cuerpo mío
que hoy
te va olvidando
·

Sección mini-proust: hoy, Mariano Quiroga

0 comentarios


Autosemblanza:

Mariano Quiroga, músico y escritor de la flia. Editor de Milena Caserola. Guitarrista y compositor de suaves dedos finos.
Nacido el 16 de julio del 85, busca trabajo full time, buena presencia, con amplia experiencia en servicios de logística. Lleva cuatro libros editados:
_Mierda (novela)
_Canciones (poemas)
_Formas de morir (poemas)
_Vida, calles, hospital (poemas)
Se encuentra grabando su primer cd.




El mini-proust propiamente dicho:


¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
La vagancia y la autoindulgencia, la paja y la abulia.

¿Cuál es el defecto que deplora más en otros?
Los mismos.

¿Cuál es habitualmente su estado mental?
Nubosidad variable en disminución.

¿Cómo le gustaría morir?
De cualquier forma pero conciente de la muerte.
Ser consciente es ver las primeras arrugas que salen en mis ojos.

Si después de muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted regresaría?
Regresaría en mi para vivir otra vez mi vida pero sacando lo mejor de cada momento, aprovechando esas situaciones que deje pasar.

¿Cuál es su mayor extravagancia?
El vegetarianismo y las ideas con las que vivo naturalmente que para los demás son extravagancias.

¿En qué ocasiones miente?
No miento ni para chamuyarme una minita o quedar bien con alguien. Pero supongo que deben haber mentiras pequeñas por ahí que hago inconcientemente.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Macri y Bush.

¿A qué persona viva admira?
Maradona, Sabato, Spinetta., Hugh Hefner.

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
Tengo muchas ideas de felicidad perfecta.
Una podría ser una eterna chupada de pija, como un paraíso en eterno orgasmo creciente, pero la felicidad perfecta creo que debe ser estar en el camino que uno eligió y recorrerlo, ser uno mismo fluyendo.

¿Cuál es su mayor miedo?
No lo se, pero tenia pesadillas recurrentes en donde me hacían tomar la comunión denuevo o estaba eternamente rindiendo exámenes en marzo. Siendo hombre que me violen es impensable. La tortura física, y por ejemplo descubrir que mis hijos son de otro si tuviera hijos.

¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente?
La belleza.

¿Qué talento desearía tener?
Los mismos que tengo ahora pero más desarrollados.

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
No se, soy feliz en contacto con la naturaleza y siendo parte del todo. Cuando estoy enamorado y soy correspondido. El amor es lo unico.

¿Cuál es su posesión más atesorada?
La verdad no tengo muchas cosas de valor ni las atesoro.

¿Cuál es para usted la manifestación más clara de la miseria?
En Argentina creo que no hay, pero en la india me parece que hay gente que vive en los caños y en la mierda, creo que eso es lo peor.

¿Cuál es su pasatiempo favorito?
Me gusta conectarme y buscar algo que me interesa y empezar a meterme en los links y terminar viendo cualquier otra cosa interesante que no tienen que ver con el principio. En You Tube miro documentales y otras giladas.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?
La feminidad, la dulzura.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?
La lealtad samurai. El valor para afrontar el destino y para llevar a acabo proyectos.

¿Cuál es su héroe de ficción favorito?
Jesus.

¿Qué escritores prefiere?
Los buenos escritores.

el mar

5 comentarios
Ella se sienta a mirar el mar.
(Así es su relación - Sólo se miran. De vez en cuando se tientan y ella deja que él le roce los pies. Él la busca, la mira, la atrae. Ella se contiene y casi nunca cede).

Él la mira, se acerca, le pregunta.
-¿Qué hacés?
Ella le contesta.
-Nada, pienso en que las olas son como orgasmos.

Él no sabe qué decir.
Eso, a ella, le divierte.


Las olas son como orgasmos.

2 comentarios

Omar sisterna
"Anònimos" - 2007
Làpiz S/papel - 40 x 80 cm

Contra (y con) Gombrowicz

4 comentarios
El poeta se dirige sólo a aquel que ya está compenetrado con la poesía, es decir a uno que ya es poeta, pero esto es como si un cura endilgara su sermón a otro cura. ¡Cuánta más importancia tiene, sin embargo, para nuestra formación el enemigo que el amigo! Sólo frente al enemigo podemos verificar plenamente nuestra razón de ser y sólo él nos procura la clave de nuestros puntos débiles y nos pone el sello de la universalidad.

W. G.



a guille flores, por la provocación





Complicado defenderse de Gombrowicz. Complicado si lo primero que genera su texto “Contra los poetas” -aunque uno haya publicado un prematuro librito de versos- es una adhesión fascinada, casi inmediata. Los versos no gustan a casi nadie y el mundo de la poesía versificada es un mundo ficticio y falsificado, decretó Gombrowicz hace poco más de cincuenta años. Los argumentos que despliega, su cruda acidez, su irreverencia, resultan, en un principio, por demás convincentes. Sin embargo, luego del consentimiento inicial, y teniendo en cuenta -repito- que uno ha publicado un librito de versos, el sentimiento comienza a tornarse ambiguo. Con la relectura dan ganas de mirar un poco más de cerca, de darle vueltas al texto y desmenuzarlo un poco, captarle las grietas, pero más que para refutarlo o defenderse, para confirmar su actualidad. Porque la diatriba de Gombrowicz es todavía completamente actual: los problemas que plantea, después de medio siglo, siguen merodeando.

Claro que desde entonces mucha agua ha pasado debajo del puente, y algunas de las embestidas de Gombrowicz pueden, hoy, parecernos inocuas por anacrónicas. Por ejemplo: “Me cansa el canto monótono de esos versos, siempre elevado, me adormecen el ritmo y la rima, me extraña dentro del vocabulario poético cierta ‘pobreza dentro de la nobleza’ (rosas, amor, noche, lirios)”; y más adelante: “Es el exceso lo que cansa en la poesía: exceso de la poesía, exceso de palabras poéticas, exceso de metáforas, exceso de nobleza, exceso de depuración y de condensación que asemejan los versos a un producto químico”. Ante estos ataques, no es raro que nos sintamos aliviados, lejos, nosotros -bien ubicados en la posmodernidad y el consabido desparpajo verbal- de la trayectoria de las balas. Hace un buen tiempo ya que la poesía, por fortuna, se ha depurado de esos ‘excesos’ que denunciaba Gombrowicz: ya no nos complica el ritmo y mucho menos la rima; hemos rechazado las rosas y el amor y la noche y los lirios; ya no nos desvelan ni la depuración ni la condensación ni la nobleza, etc, etc, etc…
Y sin embargo, que los poetas se hayan limpiado de esos ‘excesos’ no ha cambiado sensiblemente, que yo sepa –si bien es preocupante la ausencia de estadísticas fiables al respecto-, la cantidad de gente que lee poesía. O sea: los versos, hoy como entonces, siguen sin gustar a casi nadie. Esta banal constatación -que al parecer se renueva cada 20 o 30 años- me hace intuir que quizás Gombrowicz orientó su vasto arsenal al lugar equivocado. Mi afirmación de que el ‘desprendimiento de los excesos poéticos’ que tanto deseaba el polaco sea entre nosotros un hecho consumado puede que no pase de ser una hipótesis bastante endeble, pero, aunque así sea, habría que preguntarse si con ese sólo ‘desprendimiento’ bastaría para que el ‘hombre común’ vuelva a arrimarse a la poesía… Todo parecería indicarnos que no.
Dice Gombrowicz: “El estilo se deshumaniza; el poeta no toma como punto de partida la sensibilidad del hombre común sino la de otro poeta”. Bien. Lo que me hace ruido es eso de “sensibilidad del hombre común”. ¿Qué vendría a ser eso? Más allá de que esa tan mentada “sensibilidad” sea un presupuesto teórico bastante difícil de sostener –y que de hecho ha producido, en el campo de la poesía contemporánea, resultados bastante dispares-, habría que preguntarse qué puede ganar un poeta aferrándose a esa conjetura como punto de partida en lugar de cualquier otra. ¿Cuántos ‘hombres comunes’ leen hoy esa poesía que abreva generosamente en su ‘sensibilidad’? Algunos podrán aducir que es cuestión de tiempo, que más tarde o más temprano las masas se volcarán agradecidas a devorar los poemas que las tienen como justificativo (ojalá no les tarde ese hipotético día a tantos que lo esperan sentados).
Asumo, decía más arriba, que la reacción por la que clamaba Gombrowicz ya se ha, aparentemente, producido y que, sin embargo, los poetas siguen, según todos los indicios, escribiendo para los poetas (o casi). Claro que es imposible no estar de acuerdo con varias de las invectivas witoldianas que todavía resultan válidas, en especial cuando se refiere al espíritu de capilla, a lo que él denomina ‘el aislamiento social’ de los poetas y sus consecuencias prácticas (cuestión a la que dedica líneas deliciosas). Pero hoy día -y son legión los que quisieran interpretar a Witold en ese sentido- ya se ha hecho demasiado evidente que no alcanza con escribir apelando al ‘hombre común’ y su sensibilidad, escribir para ‘el pueblo’ y sus gustos -dejemos de lado la chatura que suele alcanzar, entre quienes los reivindican, estos conceptos- para que la poesía consiga un público mayoritario; que la poesía continúe siendo minoritaria se debe, me parece, a cuestiones un poco más complejas, que escapan a la estrechez del plano puramente artístico.
Una de ellas, y no la menor, es que no existe (todavía) un verdadero mercado para la poesía, y no existe por el simple hecho de que es muy complicado (por el momento) convertir a la poesía en un objeto de consumo, en mera mercancía: a diferencia de los best seller o el reggaeton o las heladeras o las tapas para empanada o la cocaína, la poesía -la verdadera poesía, quiero decir, no sus paliativos escolares y escolásticos- no se puede (por ahora) producir en serie; o sea, para decirlo sencillito: el trabajo humano que implica la creación poética escapa -o debería hacer todo lo posible por escapar- a las pautas que regulan la producción social de bienes dentro de eso que algunos llaman ‘globalización’, y otros, con menos delicadeza, ‘capitalismo mundial’. Condicionada (y oprimida) por una intrincada y múltiple red de relaciones sociales de dominación-explotación que se ramifica y penetra en todos los niveles de la vida, la práctica poética concreta, material, reivindica su pequeño, insignificante espacio de creación, es decir su enorme espacio de libertad, colocándose al margen de las leyes de la oferta y la demanda, lejos del alcance de esa omnímoda mano invisible que -bajo la advocación de Adam Smith y sus nuevos exégetas milenaristas- regula, supuestamente, las inocentes operaciones del mercado. Esto por un lado.
Por el otro, además de la cuestión que podríamos llamar de ‘rentabilidad’ (cualquier sabe que del acto poético -que, al decir de Panero, es “como un viejo chupando un limón seco”- la renta que se suele extraer se ve representada, por lo general, con una cifra que se acerca bastante, tanto en términos relativos como absolutos, a cero), además de la cuestión de la ‘rentabilidad’, decía, tenemos lo que podría denominarse la cuestión de la ‘conveniencia’. Es decir: por un lado lo económico, y por el otro lo político. Al poder político le resulta en la actualidad particularmente complicado encontrar la manera de utilizar a su favor esa manifestación humana incontrolable que es la poesía. Que semejante patología libertaria se expanda y penetre entre las masas, aunque más no sea en sus expresiones más vulgares, no parece ser muy conveniente para aquellos que detentan el poder, por la humilde y sencilla razón de que, como señala Saer, la poesía es -siempre y cuando se asuman plenamente sus riesgos, que no son pocos- “un acto de desobediencia”; y ningún acto de desobediencia suele ser para los poderosos en manera alguna inofensivo (por algo será que, ya desde Platón, se destierra a los poetas de cualquier tipo de república ideal). Si la política es, en nuestra democracia formal, el ‘arte de lo posible’ -es decir, de lo conveniente para unos pocos-, la poesía ha de conservarse como nuestro espacio para reivindicar lo imposible. De ahí que no haya, para un poeta, peor negligencia que la de basar su trabajo en tratar de asustar al burgués, ya que, como nos advirtió Onetti (y en este país tenemos sobrados ejemplos para el caso), el burgués sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo. La peligrosidad de la poesía (si ha de tener alguna) debe provenir de la reivindicación de una práctica que escapa a cualquier tipo de mandato social o político, no de un pretendido contenido ‘revolucionario’ o ‘alternativo’ o ‘contracultural’ o ‘independiente’, contenidos que las más de las veces -cuando se los propone a gritos como la única salida posible para gambetear al status quo- no pasan de ser pálidas decantaciones acríticas de los discursos dominantes o trillados lugares comunes (ergo: no asustan a nadie y mucho menos ‘despiertan’ a conciencia alguna).
Claro que estos dos aspectos que señalé apenas someramente no agotan el problema acerca de la nula masividad de la poesía, pero creo que a Gombrowicz se le escapan, y de ahí que en buena parte se vea mermada, con un poco de perspectiva, la efectividad de su ataque.
Es que, en realidad, si bien a muchos puede parecerles que el texto de Gombrowicz es en esencia un posicionamiento político -que también lo es, en algún punto-, es claro que la preocupación del polaco es principalmente estética. Dice: “se vuelven esclavos de su instrumento porque esa forma es ya tan rígida y precisa, sagrada y consagrada que deja de ser un medio de expresión: y podemos definir al poeta profesional como un ser que no se puede expresar a sí mismo porque tiene que expresar los versos”. Y después: “yo no aconsejo a nadie prescindir de la perfección ya alcanzada, sino que considero que esta perfección, este aristocrático hermetismo del arte deben ser compensados de algún modo y que, por ejemplo, cuanto más el artista es refinado, tanto más debe tomar en cuenta a los hombres menos refinados y cuanto más es idealista tanto más debe ser realista. Este equilibrio a base de compensaciones y antinomias es el fundamento de todo buen estilo”. Y por si fuera poco: “Todavía no han comprendido los poetas que de la poesía no se puede hablar en tono poético y por eso sus revistas están llenas de poetizaciones sobre la poesía muy a menudo horripilantes por su estéril malabarismo verbal. A esos pecados mortales contra el estilo los lleva el temor que sienten ante la realidad y la necesidad de encontrar a toda costa una afirmación de su quebrantado prestigio”.
Llegados a este punto, no sé si hace falta aclarar (pero por las dudas) que Gombrowicz no era tan demagogo ni tan ingenuo como para afirmar que si la poesía debía volver a la “sensibilidad del hombre común” era para así mejor colaborar con un cambio social cualquiera o cosa parecida. Aparentemente la cuestión -siempre tan vanamente debatida- acerca de la posible función social de la poesía lo tenía sin cuidado. Su preocupación era bastante más modesta: le interesaba el problema del estilo, de la forma, en su texto contra los poetas quiere dejar en claro cuál es según él la actitud que éstos deben sostener para conservar su fuerza, su efectividad, su capacidad expresiva. Lo que no percibe es que, muchas veces, es justamente la potencia de su estilo -se sumerja o no en la ‘sensibilidad del hombre común’- lo que puede escamotearle lectores a un poeta; y que aquellos poetas que hacen todo lo posible por hacerse más digeribles para el ‘hombre común’, son frecuentemente lo más carentes de fuerza (ya no digamos de estilo), por el simple hecho de que asumen que el estómago del ‘hombre común’ sólo es capaz de asimilar una papilla recalentada o una sopa sin muchas calorías, a lo sumo una ensaladita sin sal (sin olvidar a aquellos que, para suplir la falta de proteínas de su menú, se exceden en condimentos de diversa índole, pero ni así logran que su carta resulte apetitosa para esas masas hambrientas de ‘poesía popular’ que imaginan como tenue justificativo). El problema, como se ve, aún sin moverse del terreno de lo puramente estético, es bastante complejo.
En fin. Cuando la poesía se convierte en un panteón de formas muertas, los poetas son culpables y víctimas a un tiempo; en esto Gombrowicz tiene razón y no hay que olvidarlo. Acerca de la mayor o menor cantidad de lectores, al parecer no es mucho lo que los poetas que se preocupan por el estilo puedan hacer, cuando son justamente las formas muertas las que suelen hacerse populares más fácilmente, las que más rápidamente pueden convertirse en pobres objetos de consumo (remitirse sino, para salir del campo de la poesía, a la música y al cine, donde pululan los ejemplos deplorables que sería sencillo multiplicar hasta la náusea). Hay que tener cuidado, pues, con las soluciones fáciles: nada se resuelve tratando de escudar la actividad poética tras un justificativo cualquiera; nada sale ganando la poesía cuando los poetas, en lugar de trabajar sin tregua en la selva del lenguaje, se limitan a aplacar alguna culpa pequeñoburguesa escribiendo ‘para el pueblo’ o, lo que es más usual, afectando alguna pose de pálida rebeldía verbal para sentirse ‘fuera del canon’ -como si eso fuera garantía de algo- y partícipes fervientes de alguna especie de inofensiva y pálida revolución de juguete -revolución cuya principal particularidad pareciera ser la de limitarse al terreno del papel impreso, desde donde puede llegar a asustar a madres y tías, pero difícilmente le mueva un pelo a los que manejan la batuta del poder-. Ya que por el momento seguirán siendo pocos los que lean poesía, para esos pocos los poetas al menos deberían tener la deferencia de la honestidad y la modestia.
‘Contra los poetas’ sigue siendo un texto alegremente corrosivo, un buen ejemplo de incorrección política (que tanto escasea en estos tiempos), un punto de partida efectivo para discutir problemas que siguen siendo los nuestros, pero ante todo es un texto donde Gombrowicz nos pide que escribamos bien, sin excusas, “no paralizados por puestos, glorias, obligaciones y responsabilidades”. Siempre a la intemperie -que es el hábitat natural del poeta-, sin pedir disculpas, sin pedir permiso, con intransigencia, con la fuerza imprevisible de quien ante todo trabaja sin descanso buscando su propio estilo, su propio lenguaje, su propia libertad para decir de una manera personal y fulgurante lo que tiene para decir, sin darse demasiada importancia, sin pretender cumplir ninguna misión social ni servir a ideología alguna, preocupado únicamente por hacerlo bien, cueste lo que cueste. Sólo así la poesía podrá seguir siendo nuestro espacio para lo imposible. Sólo así quizás nuestra escritura podrá ser, como quería Arlt, un cross a la mandíbula.


[ para leer el texto del polaco, entre otros enlaces:

http://depeupleur.blogspot.com/2008/04/contra-los-poetas-witold-gombrowicz.html ]